martes, 10 de junio de 2014

LA GITANA, EL ROMERO, LA MALDICIÓN Y LA NOVELA




¡¡Ay,morena, que te leo la buena fortuna!!

No sé qué me pasa, qué tengo en la cara, que haga lo que haga, diga lo que diga, cualquier miembro de ONG, vendedor callejero, poeta de terraza, señor que se ha quedado sin gasolina, muchacho al que le faltan dos euros para comprar el billete de vuelta a casa, sordomudo vendiendo autodefinidos, abuelo que se pierde, vendedor de rosas o de coronas con leds, solicitante de firmas para proyectos imposibles... en resumen, cualquier pedigüeño que se precie, olfatea el ambiente, me mira y sin mostrar duda o titubeo alguno me aborda sin compasión. Da igual que yo intente poner cara de pocos amigos (he llegado a practicar frente al espejo), que salga con gafas de sol o que mire hacia otro lado. Sea cual sea la especialidad del solicitante de ayuda ajena me para en cuanto me ve.



Cuando me detengo en un semáforo acabo con un paquete de pañuelos/mechero/calendario, con el parabrisas embadurnado de espumarajos marrones distribuidos por alguien que trepa por mi capó o con un acróbata sonriente metiendo medio cuerpo por mi ventanilla  reclamando su propina por haberme alegrado el día... ¡qué impotencia! Si me salto la luz naranja no es por prisa ni por impaciencia, es por temor a terminar con un desconocido de origen indeterminado sentado en el asiento del copiloto dándome instrucciones de cómo llevarle a casa. Si voy en metro la cosa no mejora, porque el músico de turno se pone a mi lado y cuando termina su canción tintinea el monederito insistentemente frente a mí hasta que me doy por vencida.

Siempre me ha sucedido lo mismo pero estos meses trabajando en el centro como becaria han sido la prueba irrefutable y definitiva de que no puedo hacer nada al respecto. Como bien sabéis la zona delimitada por la Plaza del Callao y La Puerta del Sol  así como las calles y callejas que van de la una a la otra conforman el cogollo comercial de la zona centro de Madrid. Esto convierte el área en uno de los puntos más efervescentes de la ciudad en todos los aspectos.  Es, por ejemplo, la sede central de gran parte de los colaboradores de las ONG nacionales e internacionales. Y cada día, todos y cada uno de los días que he ido a trabajar durante estos dos meses, me han parado en la calle jóvenes agradables y sonrientes que, armados con una carpeta,  un peto y una identificación han solicitado insistentemente mi ayuda para Unicef, Acción contra el Hambre, Acnur, Aldeas Infantiles, Médicos sin Fronteras, Cruz Roja, Asociación contra el cáncer, Amnistía internacional, GreenPeace... No es que yo no admire profundamente a estas organizaciones, que no colabore cuando me es posible y que no valore el trabajo de estos muchachos pero ¿todos los días? ¿Todos los días yo?

Ya salgo nerviosa de la boca de Metro, intentando perder la mirada, mostrándome fría y lejana y acelerando el paso para que vean que tengo prisa... He probado a salir con el cartelito identificador puesto para que vean que trabajo por allí y que es perder el tiempo. Pues nada. Debe ser verdad lo del aura que nos envuelve y que, en mi caso indiscutiblemente dice a gritos que soy una facilona. ¡Yo creo que hacen cola para pararme! Los únicos que no lo han intentado son los miembros de una Iglesia salvadora de almas que acampa en Callao de 9 de la mañana a 9 de la noche y que debe verme como un caso perdido. ¡Ah! y los de las tarjetas bancarias, que sí que me abordan pero que huyen como cobardes al escuchar la frase "ESTOY EN PARO" , lo que viene a demostrar que todo tiene siempre su lado bueno.

Hace unos días salí del metro con la cautela de un cazador. A lo lejos distinguí claramente a una esas hordas de chavales decididos a obligarme a salvar el mundo. Me miraban con ojos golosones desde la calle Preciados. En ese momento el tiempo se detuvo, sonreí y creo que hasta oí música, al estilo de las pelis del Oeste. Ellos avanzaban hacia mí y yo, casi en cámara lenta, como en las repeticiones del fútbol, hice un quiebro digno de Messi y giré hacia la izquierda, cambiando mi rumbo hacia la calle del Carmen. Sorteé hábilmente el chiringuito de mis amigos los de la Iglesia que no quiere salvarme y miré por el rabillo del ojo para comprobar el éxito de mi acción. Reí para mis adentros henchida de satisfacción al comprobar que lo había conseguido, dándome ánimos a mí misma al estilo Nadal con un ¡TOMAAAA!  acompañado por el  pertinente movimiento de brazo... Pero cuando aún no había cesado la cámara superlenta y comenzaba a retomar mi rumbo, noté que alguien me cogía del hombro.

Antes de darme cuenta, una orondísima gitana de unos treinta y tantos, rubia, con raíces de baobab y un recogido informal que dejaba al aire unos pendientes de imitación Cartier que hacían juego con su diente de oro, me había arrinconado contra el Corte Inglés y me hablaba a toda velocidad con un ramito de romero en la mano. Fue tal mi sorpresa y lo breve de mi triunfo que la miré a los ojos... ¡Craso error!

¡Dehame que te lea buena fortuna, morena. Anda, dehame! decía mientras movía la ramita de romero. En un vano intento de salir rápidamente del encierro sin ser grosera, le di mis últimos 50 céntimos. ¡Peor! Ya no hubo salvación para mi. Hábil y rápidamente me cogió la mano, Alguien ta eshao mal de ojo, hay alguien que no te quiere bien... Me di por vencida, ya no había arreglo, así que me resigné y pedí para mis adentros que aquello acabara pronto. Si había dado por buenos los cincuenta céntimos para leer lo que ya me adelantaba como mi dudosa buena fortuna, poco más había que hacer.

La mano derecha, la izquierda y seguía su seseante cantinela... vas a ser madrina de un niño, vas a asistir a una boda, eres una persona de fiar, ¡eso se ve! pero la linea de la vida no transcurre como debe por el mal de ojo que tan eshao, pero tú tranquila morena que yo te lo voy a quitar. Apenas acertaba a distinguir sus palabras y casi ni la escuchaba cuando de pronto oí ...y, lo que oyes morena, esta es la buena fortuna que te leo, que te va a arreglar la vida esa novela, si, sí, una novela. ¿Novela? ¿Ha dicho una novela? Volví a prestarle atención ilusionada, a ver si esta gitana me ha visto que voy a escribir una novela que me va a cambiar la vida. Eso sí que sería buena fortuna.

Seguidamente dijo, Ay son dies euros. Dies euros por la mano derecha y dies euros por la mano isquierda. ¡Veinte euros! Me entró la risa. Por esa cifra me tienes que garantizar que voy a ganar el Premio Planeta. ¿Planeta? Yo no te he dicho nada de un planeta, morena. Ya, sonreí, es por lo de la novela le contesté... Yo lo que te digo es que te voy a resar una novena, una novena que te va a quitar el mal de ojo, que te va a arreglar la vida,  ¿lo ves como tienes mal de ojo morena? Sus palabras vinieron a mostrarme una vez más que normalmente todos vemos y oímos lo que queremos ver y oír  ¡Maldición!

No me soltaba la mano. En la otra yo sostenía el ramito de romero que ya me endilgó al darle los 50 céntimos. Comenzó un no muy sutil forcejeo.  Que no tengo más mujer, que lo siento pero te he dado todo lo que tenía. Mira morena que no te quito el mal de ojo ni te reso la novena. Pues toma tu romero. ¿Qué? cómo te voy a quitar el romero si ya te lo he dao, eso no se puede haser. Pues lo siento pero no tengo más. Mira que te he disho que eres una mujer de fiar. Pues por eso, fíate de mí si te digo que no llevo más dinero. Pues vete al cajero morena, que mira que no te reso.

¡Lo que me faltaba, que me manden a ir al cajero! Eso sí que acabó conmigo y con mi paciencia. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Pues mira lo que te digo, tú te quedas con mis 50 céntimos y yo me quedo con mi mal de ojo, que para eso es mío, y aquí paz y después gloria, sentencié mientras sacudía el brazo para liberarme de ella. ¡Que no quiero tu novena! Pues ea, tú veras lo que hases, pero te arriesgas, contestó estirándose el delantal y haciéndose la digna.

Nos giramos cada una hacia un lado, supongo que igualmente frustradas por nuestros respectivos fracasos, y comencé a taconear a toda prisa calle abajo. ¡Para colmo iba a llegar tarde al hotel! Antes de darme cuenta una sonriente adolescente con una hucha estaba interceptándome en medio de la calle. ¡Noooo!

Me detuve, pero no la dejé ni hablar, solo grité un desesperado ¿Por qué yo? ¿Eh? ¿Por qué yo? Y continué mi camino apresurado. De inmediato me sentí mal. ¡Pobrecilla! Antes de torcer hacia la callejuela del hotel miré hacia atrás. Allí seguía la jovencita de sonrisa amable, siguiéndome con la mirada, con la misma expresión sorprendida e incrédula de unos segundos atrás, sujetando su hucha, ahora adornada con una flamante ramita de romero en la hendidura.


12 comentarios:

  1. Muy real ..la narración maravillosa...y creo que te atacan porque tienes cara y espíritu de Ángel con mal de ojo y todo.

    ResponderEliminar
  2. Muy Bueno !!! jaja he sido testigo del día del romero ! y de la gitana , vi lo apurada que llegabas , pero siempre con una sonrisa, pobrecita de la joven de la hucha =)

    ResponderEliminar
  3. Muy Bueno !!! jaja he sido testigo del día del romero ! y de la gitana , vi lo apurada que llegabas , pero siempre con una sonrisa, pobrecita de la joven de la hucha =)

    ResponderEliminar
  4. ¡¡¡Jajajajajajajajaja!!!!!. Me encanta parece que t estoy viendo. Yo creo que es, porque te pasa como con los perros, que si te dan miedo ellos lo huelen y van hacia ti y tu hueles a miedo de ser asediada y eso les atres.
    Prueba con esto. Cuando se te acerquen, se tu la primera en hablar pideles la hora, preguntales por una calle que te inventes. Automáticamente les rompes sus esquemas y ya no pasa nada, ellos no estan preparados para ser asediados por los vioandantes. ¡¡Pruebalo!
    Soyunaferia

    ResponderEliminar
  5. Qué ataque de risaaaaaaaaaaaaa!!!!
    Te leo en el trabajo y mis compañeros me miran asombrados porque parece que estoy viendo una peli de los hermanos Marx.
    Lo de las gitanas y el romerito ya no me vuelve a pasar, ya que me desplumaron con 15 añitos en el viaje de fin de curso y desde entonces las tengo un gato que no puedo con ellas.
    Cuando me ven de lejos y se acercan con la ramita yo ya estiro la mano como un guardia, como diciendo :-quieta paráaaaaaaaaa! y si insisten y se acercan, les increpo con mi mejor voz de ultratumba: - ni se te ocurra acercarte! ..Y juro por todos los santos que huyen como si les fuera a pegar el mal de ojo tipo mermelada espesa y las dejara ciegas 'pá toa la via'

    Rosa, besines

    ResponderEliminar
  6. Que bueno Magda!!! Te pasa por buena persona!!! Se te ve en la cara!!!!

    ResponderEliminar
  7. Magda, querida!! Que buena historia!! Y te llevaste la ramita de romero, eso es buena suerte, normalmente te la quitan!!!!
    Te pasa por ser buena persona!!!!
    Más besos!!

    ResponderEliminar
  8. Desde luego Morena tú y tus aventuras: " Me he reido mucho" la descripción de esos momentos es fantástica y más aún la forma de contarlo. La lectura de la mano y el cajero me trasportó al viaje de Marrakech en la Plaza Jemaa El Fna donde aguadores, serpientes, dentaduras y de todo lo imaginable ofrecen. Además unos niños que te abordan rápidamente y te rodean, tocando unos platillos y bailando. Lógicamente como la gitana te piden dinero y no teníamos cambio en ese momento, no sirvió nuestra disculpa. Banco señalándonos el camino, nos acompañaron a uno cercano, todos juntos, La espera fue corta. Le dimos el dinero y nos devolvieron a la plaza nuevamente tan contentos agasajándonos con otro baile. Esó sí sin amenazas del mal de ojo. Bueno eso creo, como no los entendíamos. El caso que te nombró una novela, ¿qué sabe ella que tú escribes tan bién? todos tus lectores la estamos esperando," algún día saldrá " mientras nos seguiremos divirtiendo y emocionando con tus relatos, que en cada uno de ellos demuestras , dentro de tí hay una escritora muy buena. Suerte Te queremos mucho

    ResponderEliminar
  9. Si es que no se puede ser bueno, y a ti te delata tu cara Un besazo

    ResponderEliminar
  10. Este post da para mucho, amiga. Si algún día volvemos a coincidir, tenemos para un rato. Me ha encantado leerte, como siempre.

    ResponderEliminar
  11. Ay madre, que no me he enterado. Pero quién era la gitana aquí?, la que hablaba con un dehe mu´gracioso o la que ha soltado sólo 50 céntimos por tan vasta información de conocimiento futuro?
    Magdalena!! un poquito de por favor .............. jajajaja

    ResponderEliminar