Por increíble que parezca, hace unos años, un 14 de febrero recibí la
visita de una paloma mensajera. Sí, sé que parece extraño, que alguien puede
pensar que el papel de este tipo de alados recaderos está en franco declive
desde hace mucho tiempo. Siglos incluso. ¿Cómo no iba a ser así, si hasta los
mensajeros motorizados han sido sustituidos por archivos digitales que viajan
por la red de redes de forma casi instantánea?
¿Raro? sin duda, pero así fue. Hoy,
día 31 de febrero de varios años después he decidido compartir la información que mi colombina amiga se empeñó en hacerme entender,
incluso a golpe de aletazo. ¿Por qué ahora? Es verdad que al principio no lo hice por temor a que todo el mundo pensara que estaba loca y que el divorcio me había afectado más de lo que estaba dispuesta a aceptar. Luego, porque guardé aquel recuerdo como un tesoro de esos que te gusta mirar a escondidas, encerrada en tu cuarto en momentos en los que necesitas cerciorarte de que tú también tienes algo especial y no quieres que nadie te lo quite. Luego va pasando el tiempo y los recuerdos se van difuminando como una foto vieja se va borrando del papel y, la verdad, no quiero que eso ocurra.
Así que, allá vamos.