miércoles, 17 de septiembre de 2014

METÁFORAS DE LA VIDA


Un guiño del destino


Hace más de siete años que mi alguien especial me regaló una orquídea. Me hizo muchísima ilusión porque sabía perfectamente que constituia la materialización de unos sentimientos que el "regalador" no era capaz de traducir a palabras. Lo de hablar no es lo suyo, así que recibí aquella preciosidad a sabiendas de que sus flores eran el espejo de su alma. Eran unas bellísimas orquídeas blancas, tan níveas que parecían resplandecer,  sólo manchadas en su pureza por unos ligeros toques amarillos y rojos en su exótico corazón. Era como si calidez del sol y la fuerza de la pasión vinieran a aportarle aún más vida a la perfección de su belleza.