
Sentir la llamada de una vocación debe ser una experiencia casi mística.
Siempre me ha dado envidia la gente que sentía la llamada ineludible
de alguna profesión, aquellos que siempre han tenido claro qué querían
hacer con sus vidas. Sí, lo reconozco, me da envidia cochina. Médicos,
enfermeras, policías, músicos, actores, misioneros, maestros,
deportistas, religiosos, bomberos, astronautas, cocineros… Incluso he
conocido a algún abogado que lo es por vocación. Curioso pero cierto.
Las vocaciones son algo inexplicable que no sé si atribuir a la
mística, a la genética, al entorno o a la educación, pero en cierto modo
vienen a facilitarle la vida al que la siente. La vocación se convierte
en su meta y alcanzarla imagino que debe ser una experiencia
incomparable, el éxtasis en lo que a la vida profesional se refiere.