miércoles, 13 de noviembre de 2013

LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO



A veces los fiascos juveniles nos marcan para los restos

A veces los fiascos juveniles nos marcan para los restos


Dado que mi blog es una especie de confesionario o de terapia semanal, hoy quiero reflexionar sobre  uno de mis mayores enemigos a lo largo de los años: el perfeccionismo excesivo.

Habitualmente este adjetivo es usado para expresar una virtud. Cuando decimos que alguien es perfeccionista queremos decir que no es un dejado, que cuida hasta el más mínimo detalle de todo lo que hace, que podemos estar seguros de que algo que dejemos en sus manos va a ser llevado a término con todas las garantías de calidad… aunque posiblemente no de velocidad.



No me malinterpretéis, por supuesto que, a priori, el perfeccionismo es digno de alabanza. No cabe duda de que es una maldición tener que trabajar o convivir con personas poco exigentes consigo mismas y con su trabajo. Con aquellos que por salir del atolladero hacen cualquier cosa que luego otro tiene que venir a arreglar. Y sí, son muchos los chapuceros diplomados con los que te encuentras en la vida profesional y personal, es verdad. Pero el perfeccionismo excesivo también puede ser una maldición, sobre todo para el que la sufre e intenta rebelarse contra ella.

Como dice la sabiduría popular, en el punto medio está la virtud,  y eso es lo que deberíamos perseguir. Porque vamos a ver, ¿cuántas veces no es el miedo al fracaso, el pavor al ridículo, el que nos hace ser excesivamente perfeccionistas? ¿Cuántas veces le hemos dado  vueltas una y otra vez la misma idea hasta que finalmente la desechamos sin hacer nada al respecto? Nos encanta decir que es porque hemos llegado a la conclusión de que no merecía la pena, pero la pura verdad es que la mayoría de las veces por miedo a fallar, por miedo a que las cosas no salgan tal y como hemos imaginado más de un millón de veces.

Y esto te persigue desde pequeño, es una cualidad/defecto que te machaca desde la más tierna infancia, por genes, por experiencia o por ambas. Por esos miedos absurdos nunca me apunté a guitarra o a música, porque ¿y si lo hacía mal? ¿Y si se reían de mí? Ambas cosas seguramente hubiesen sucedido porque hoy sé  a ciencia cierta que, muy a mi pesar, el Señor no me llamó por el camino de las corcheas y semicorcheas, pero al menos lo hubiese intentado, lo hubiese disfrutado y quizá hasta habría aprendido a entonar y a tocar la bamba. No todos tenemos que ser reyes del rock.

Pero esto es más dramático  cuando afecta a algo en lo que tienes una mediana capacidad. Una vez, teniendo unos doce años, me presenté a un concurso de redacción y poesía de El Corte Inglés. El colegio mandaba los escritos. Recuerdo que hice un trabajo supercursi pensando en algo que les impactara, que fuera perfecto en mi mundo de niña, algo que no pudiera fallar. Esperé y esperé, y cada vez que veía un camión con el familiar triángulo verde cerca de mi casa el corazón me daba un vuelco: el premio era una vespino  casi igual que la de mi amiga Sole (mi mayor sueño desde entonces hasta los 16).

Y ¿que ocurrió? NADA. No gané. Ni tan siquiera me dieron uno de esos “accesits” con los que luego obligaban a comprar una enciclopedia a los padres cuando, orgullosos,  iban a recoger el diplomilla de su cachorro. Ese fracaso ha marcado mis siguientes 36 años, lo reconozco… y eso que fue un fracaso silencioso. Yo creo que ni mis padres se enteraron,  pero para mí ha sido una espinita clavada todo este tiempo. Por ejemplo,  nunca he participado en otro concurso, nunca, hasta este blog, he escrito algo que no fuera por encargo profesional… Vamos, que inconscientemente no he querido enfrentarme más a esa sensación y   he sido una cobardica en ese campo. Y ¿ha merecido la pena? Pues no.

En fin, a lo que voy, que los que a veces nos catalogamos de perfeccionistas, es cierto que lo somos, y que nos gusta el trabajo bien hecho, pero también es verdad que sufrimos de un terrible miedo al fracaso. Y de ese miedo al fracaso es de algo de lo que nos debemos deshacer sin más dilación y sobre todo en el momento de reinvención en el que nos encontramos muchos de nosotros.

Por ejemplo, ¿de qué nos vale reflexionar y encontrar nuestra vocación, o al menos una de ellas, si luego no nos atrevemos a hacer nada al respecto? ¿De qué nos vale tener una idea estupenda sobre un negocio si luego somos incapaces de ponerla en práctica o de dar pasos efectivos para hacerla realidad? No digo que haya que ser un inconsciente, ni mucho menos, pero no podemos estar perpetuamente buscando el momento adecuado y perfecto para hacer algo. Nos tenemos que mentalizar de que el momento perfecto no existe. Siempre habrá factores en contra. Nunca estaremos lo suficientemente preparados, siempre habrá algo más que se pueda hacer para mejorar, algo más que podamos aprender, un nuevo análisis que llevar a cabo, un nuevo consejo que pedir. Siguiendo esa línea de perfeccionismo enfermizo, ningún autor hubiese puesto el punto final a un libro, ningún pintor hubiese dado por acabado un cuadro o un músico grabado un disco, porque todo es mejorable, cualquier proyecto admite una vuelta más.

Nos tenemos que poner un límite real, una frontera que separe el trabajo bien hecho de la pura obsesión y del vértigo al suspenso. Por mucho que nos hayamos esforzado las cosas pueden no salir bien, la vida es así,  pero no hay que avergonzarse por haber fracasado en algo. De hecho dicen que es saludable mostrarlo, compartirlo con el mundo y no esconderlo con verguenza debajo de la alfombra. Ese fracaso pasa a formar parte de nuestro bagaje personal y nos revaloriza, nos hace más ricos e interesantes y encima nuestra experiencia puede ayudar a otros. En otras culturas eso está muy valorado, algo que por desgracia no ocurre en la nuestra, en la que un mal entendido orgullo hispánico nos impide reconocer los errores y, menos aún, incluirlos en nuestro curriculum.

Si hacemos una lista con los personajes que más admiramos, seguramente nos demos cuenta de que la mayoría ha fracasado más de una vez, pero ha logrado sobreponerse, levantarse y volver a empezar y eso es lo que nos maravilla. Al meditar sobre todo esto me doy cuenta de que creo de verdad que el único fracaso intolerable es la inmovilidad porque, al igual que no valoras de verdad el amor si nunca has sufrido desamor,  una vida sin fracasos posiblemente suponga una vida sin éxitos personales de los que sentirte orgulloso.

Así que, ¡perfeccionistas del mundo, uníos a mí!, reconozcamos nuestros defectillos y pánicos varios y busquemos el punto medio que nos haga disfrutar y que nos permita llevar a cabo los proyectos más diversos (desde aprender a bailar hasta abrir un negocio). Porque, ¿cuántas veces no te has enfadado contigo mismo cuando ves que otro hace sin pudor y con cierto éxito  algo que tú sabes que puedes hacer mejor pero no te atreves?

Como sabéis me encantan los dichos y refranes varios y os invito a meditar sobre algo que siempre se ha dicho en casa:  “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y es que a veces de tanto darle vueltas a las cosas para que sean perfectas, éstas terminan perdiendo su gracia y frescura. Y pasando del refrán castizo al anglicismo de autoayuda de turno que también nos vale “Now or Never!” … lo que viene a querer decir en nuestro idioma “¡ponte las pilas, coño, y hazlo ya!”
.
Yo, asumiendo humildemente lo que tengo encima, tomo nota y me pongo a ello una vez más, que esto de volver a empezar da una trabajera que no veas.
Publicado originalmente en Wordpress, el 13/11/2013
http://magdalenacruzmartin.wordpress.com/2013/11/13/lo-mejor-es-enemigo-de-lo-bueno/

14 comentarios en “LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO”

  1. Ser perfeccionista puede tener sus desventajas, como bien explicas en tu post Magdalena, pero tiene el aspecto positivo de “satisfacer” tu conciencia. Creo que el perfeccionista nace, y aquellos que hemos nacido con este lastre, somos difíciles de cambiar.
    • Es verdad. Creo que una de las mejores sensaciones que existen es mirarte al espejo y saber que lo has hecho todo de la mejor manera posible, o al menos lo mejor que tú eres capaz de hacerlas. Pero la clave de todo está en la palabra “hacer”, hemos de intentar que la preparación y el análisis no nos lleven a la parálisis.
      Me alegro mucho de verte por aquí… Me parece estar hablando contigo en tu despacho :-) Un beso
  2. elpanquequevoladorrrrrr dijo:
    ¡¡¡¡Quë máquina sideral estas hecha!!!! Sigue así,que lo mismo ,vas y lo consigues. Yo estoy en el mismo camino: derrotar mis miedos y conseguir diluir el lazo que inmoviliza mi futuro.Pero…¡¡¡lo conseguiremos!!! Besos,guapa.
    • Claro que sí, jaja… Me encanta… El panqueque volador :-) ¡¡Tú sí que eres sideral!!
  3. Hola, cariño:
    Me encanta tu blog, no me he perdido ni una entrada desde que lo iniciaste, y me gustaría haber comentado alguna de ellas, pero no he podido, porque las leía cuando tenía entumecidos los dedos de dar al teclado. Como ya he terminado el texto que “tenía en dedos” y además me siento implicada en lo que cuentas, tanto por vocación como por haber compartido contigo destinos laborales de escritura y redacción, ya no me resisto.
    Hay dos temas importantes de tu entrada que no comparto. El primero es el que llamas “miedo al fracaso”. Creo que los conceptos de perfeccionismo y miedo al fracaso son distintos y no tienen nada que ver el uno con el otro. El perfeccionismo exige una entrega sin reservas y una voluntad y capacidad de trabajo de hierro. El perfeccionismo te afecta a ser crítico con el resultado de tu trabajo, pero el trabajo lo produces, está hecho y por eso puedes no sentirte satisfecha con él.
    Por otro lado está el “miedo al fracaso”, que tampoco es tal. De lo que hablas es de miedo escénico. El miedo escénico hay que superarlo, y solo se supera cuando te lo diagnostican, pero ese diagnóstico solo es válido cuando ya llevas tanto trabajo a tus espaldas, tantas horas de escritura, tantos cientos de ejemplares leídos, tanta disciplina y tantas páginas que nunca van a ver la luz, que puedes valorarlo y pesarlo con criterios distintos.
    Es distinto escribir y publicar. Escribir escribes porque va contigo, porque es una pulsión y porque no eres feliz si no lo haces. Aspirar a publicar es superar el miedo escénico y querer dar el paso hacia la “legitimación”: que los comités de lectura de editoriales cuyo criterio respetas y admiras, consideren tu original valioso para publicar.
    El otro aspecto que no comparto es ese: “Porque, ¿cuántas veces no te has enfadado contigo mismo cuando ves que otro hace sin pudor y con cierto éxito algo que tú sabes que puedes hacer mejor pero no te atreves?”
    Ese argumento, el de “yo podría hacer esto mejor” no es válido, porque puede que el modelo que tienes delante de los ojos no tenga valor como “modelo”, por mucho que haya sido legitimado por medio de la publicación. Quizá los jueces a los que aspiras no sean los mismos. Primero tendrías que tener claros quiénes quieres que sean tus jueces y dar sentido a tu trabajo y caminar en la dirección para encontrarte con ellos, no con los que aprueban a quienes hacen algo que tú podrías hacer mejor.
    He oído a mucha gente decir lo mismo, pero fracasan a la hora de encontrar una voz propia. Generalmente el primer error que cometen es que no tienen claro a quiénes quieren llegar.
    Usando tu símil de la música, ¿cuántas veces no has oído a alguien que tiene una voz aceptable cantar una canción pasándose por las narices la tesitura? No importa si la obra requiere la voz de una soprano, contralto, un tenor o un bajo; se le suben o bajan a la melodía tropecientos tonos (la famosa cejilla de la guitarra), y el aspirante a cantante se queda más ancho que largo cuando sus amigos le aplauden. La buena voz es la materia prima, pero hacen falta conocimientos para saber cuáles son sus posibilidades y dónde se comporta mejor. En literatura supone una lectura mastodóntica de todos los géneros y estilos, y ensayos y disciplina. Análisis y cabeza. ¿Cómo se comporta mi voz en este registro? Dedicar meses y meses a entrenarla, la mayor parte de las veces para descubrir que la tesitura no es la tuya y que tu voz no es la adecuada para entonar ese registro en concreto, por mucho que te guste. Por el camino se aclaran conceptos y cada vez se adquiere mayor capacidad de análisis.
    Lo primero es la pasión por la lectura y por la escritura por sí mismas. Después la disciplina, los meses y meses sentado, corrigiendo, dudando, viendo que lo que haces no se aproxima a la música que tienes en la cabeza, volviendo atrás y preguntándote porqué y dónde está el error, ensayando para encontrar lo que buscas. Luego, con tu talento (que mira que tienes, jodía niña y aquí aprovecho para decirte que te echo mucho de menos y que me dio mucha rabia no haber podido asistir en verano a vuestro magno día…), todo lo demás es seguro que llegará.
    Muchos besos con abrazo fuerte.
    • ¡Esa es mi Paloma, jaja! Evidentemente perfeccionismo y miedo al fracaso no deberían tener nada que ver. De hecho puedes ser perfeccionista y no tener miedo al fracaso, como tú. Pero hay un tipo de personas, entre las cuales me incluyo, que además escondemos tras esa cualidad los miedos que nos impiden movernos, porque nos da una excusa para darle mil vueltas a las cosas. Es cierto que hay que ser exigentes, pero de lo que hablo precisamente es de no buscar jueces y mucho menos de darle tanta importancia a su criterio, de no analizar tanto el pasado presente y futuro, de no enloquecer intentando aprender todo lo que ha hecho la humanidad, porque es imposible. Hablo de recuperar la frescura y, tras un trabajo bien hecho, disfrutar de lo que hagas tengas o no éxito… Se trata de animarte a llevar a cabo un proyecto que puede ser abrir una tienda de chuches, un hotel, ser guía turístico, bailar salsa o dedicarte a la fotografía… vaya usteda saber qué pasa por esas cabecitas locas.
      ¡¡Yo también te echo de menos, guapa!! Muackkkssss
  4. Laurigoteborg dijo:
    Qué bueno! Estaba deseando que llegara tu post de esta semana… y qué me encuentro? una descripción de mi misma… Tomo nota y a ver si conseguimos mandar al perfeccionismo al carajo :)
    • Pues sí, amiga, al menos la parte petrificante del asunto… De resto hay que reconocer que mola intentar hacer las cosas bien.
      Un besote
  5. La Morel dijo:
    Mi queridísima amiga,
    Comparto contigo cada una de tus palabras, incluida la contrareplica. Se de lo que hablas, se como te has sentido, se como te sientes y se a lo que te refieres. Y curiosamente … O porque ya cumplí los 50, estoy en rl mismo punto que tu: a tomar por culo la bicicleta!!! Yo quiero ser feliz!!! Y en eso estoy … Nos encontramos en el próximo post … O cuando quieras. Pero que rechula que eres!!!
  6. Tony dijo:
    Anda yaaaaa !!!!……
    Tanta palabra para explicarnos que quieres y te gusta escribir.
    Primero: no tienes que explicarnos nada.
    Segundo: haz lo que te venga en gana, pero, ¡por Dios!, no dejes de escribir.
    Tercero: me encanta leerte.
    Después de leerte me da miedo explorarme: me encontraré con un cavernícola, ¡seguro!.
  7. julio jordan dijo:
    No sabes lo que me alegra saber que vas a empezar a buscar la senda del éxito que tanto te mereces. No desfallezcas aquí estamos todos para que no pares hasta conseguirlo, te quiero
  8. Miguel-on dijo:
    Querida Magda, me alegra ver que escribes tal y como eres… Una máquina.
    No hay que temer al fracaso, es una parte de la vida que debemos “sentir” para mejorar. Como bien dices, hay culturas en las que no se entiende el éxito sin el fracaso, pero aquí esa visión nos parece un error… Así nos va.
    Creo que nunca hay que excederse en la autoexigencia, pues ese exceso de perfeccionamiento no nos deja ver más que los errores, centrándonos en los ellos y desenfocando nuestras virtudes, que también las tenemos (o eso creo en mi caso).
    Te escribí en tu primer post pero no sé porqué nunca se publicó. Solo decirte que para mí seguirás siendo mi amiga, aunque nos veamos de uvas a peras, y que la próxima vez que quedemos te voy tocar con la guitarra algunas canciones que lo vas a flipar… Y las vas a aprender, je, je.
    Sigue así Magdalena. Con esa pasión y con esas ganas, no hay barreras.
    Un beso fuerte. Por los viejos tiempos.
    Miguel-on
    • Holaaa!! No sabes lo que me alegra leerte. Espero ansiosamente ese concierto de guitarra, jajaja, eres lo más y aunque dudo mucho que logres enseñarme por más volutad que pongas :-) yo lo intentaré y, además, te garantizo que si como alumna no soy buena, como público soy la leche, asíq ue lo vamos a pasar genial… Un besote.
  9. Soyunaferia dijo:
    No se quién será este Miguel-On pero me ha dejado flipada…. tengo que decirte que me has encantado y pienso igualito que tu y que la Burbuja por supuesto. También tengo que decir que me gusta las paabra de la Morel.. ¡¡¡¡a tomar por culo la bicicleta!!!!, ¿qué os pensais?, que todo e mundo tiene el cerebro vuestro?, que tienen ese don de la palabra y de la escritura???.
    Perfeccionismo,perfeccionismo de los cojones…,¡¡FUERA MIEDOS!!, ¡¡¡VAMOS AL TURRÓN!!!!.
    La otra noche hablaba con mi marido que los chef de ahora ya no saben ni hacer una TORTILLA DE PATATAS, QUÉ A MI ME SALEN GENIAAALLL!!!! Y ELLOS SON CHEEEEFFF,
    Por Dios bendito, como tiene que quedar el cubito de cocido Madrileño que te comes con un tenedor, junto con el crujientede Iberico,vamos..la corteza detoda la vida.
    ¿Veis a dónde lleva el perfeccionismo? a olvidar la base de lo que te hace feliz, a olvidar la esencia de donde te nace la idea, el gusto, el placer, la creación…. .
    La base,la sencillez,lo simple que nos hace felices hay que darle una oportunidad, sin miedos. Dejarla que llegue al mundo y ayudarla a que se haga realidad y luego ayudarla a evolucionar.
    Creo que de esta manera seremos felices porque creeremos en nosotros mismos y tendremos la oportunidad de perfeccionar nuestra creación. Como decía mi abuelo
    ¡¡¡Gorrión, en esta vida hay que ser VALIENTE!!!
    …..yaa llegará a perfección.
    No dejes de escribir burbuja…”me haces muy feliz”

No hay comentarios:

Publicar un comentario