Hay tres momentos clave a lo largo de un año en los que
renovamos propósitos y promesas. A saber: septiembre
(coincidiendo más o menos con el inicio del curso escolar), nuestro cumpleaños y fin de año. En
estas tres fechas nuestros contadores se ponen a cero y volvemos a empezar. Este “borrón y cuenta nueva” nos insufla nuevos ánimos, nos hace coger
carrerilla y pensar que esta vez sí, que ahora lo vamos a hacer y… vamos a
perder esos kilillos de más y a ponernos en forma, vamos a dejar de fumar, a
mejorar nuestro inglés, a ver más a nuestros amigos, a mimar más a la familia,
a meter algo en la hucha, a desmaquillarnos cada noche y ponernos el serum
milagroso, a ver menos la tele y a leer más libros, a ir más de compras, a ir
menos de compras, a comer más fruta, a hacer los ejercicios que te recomendó el
fisio, a cambiar de trabajo, a buscar un trabajo, a pedir el ascenso, a ir a
más museos, a disfrutar de cada atardecer. Nos juramos en fin que vamos a ser
como queremos ser, un poco mejores y un poco más felices y sin duda es relajante saber que cuentas
con varias repescas al año y que no todo está perdido si fallas a la primera.
Así que en estas nos encontramos, en el más espectacular de
los tres reinicios, con el boli
preparado para poner el punto y final a un año al que en general podemos
calificar como un asco, por emplear un término moderado y poco grosero, y para
apuntarnos los propósitos con los que hacer del 2014 un año inolvidable. Sí, el
31 de diciembre ya está aquí y a mí se me ponen los pelos de punta.
Me emociona, no lo puedo evitar, y me noto un gran nudo en la garganta, la voz
temblorosa y la lágrima asomando
cada vez que veo un reportaje de cómo se celebra la entrada del año nuevo en
distintos países mientras friego los platos o hago la colada. Ver a tanta gente
contenta, besándose y abrazándose al mismo tiempo, con fuegos artificiales de
fondo iluminando la escena, me parece increíblemente bello y poético. Es
imposible no llorar, y me seco las mejillas con el dorso de la mano llena de
espuma de Fairy.
Pero cuando luego ves el resumen de las noticias del año te das cuentas de que ese estallido simultáneo de alegría obedece tanto a las esperanzas puestas
en el nuevo año como al hecho de haber sido capaces de sobrevivir al viejo, que
eso sí que tiene mérito. Terremotos, inundaciones, huracanes, volcanes,
accidentes de la más diversa índole, calentamiento global, especies en
extinción, crisis económica, bajada de sueldos, subida de precios,
vertidos tóxicos, contaminación, guerras, hambre, atentados, paro, ricos más ricos, pobres que son más
pobres de lo que ya eran, corrupción, delincuencia, enfermedades, más
violencia, menos justicia y menos esperanza… ¡Joder, vaya panorama! Cómo no
alegrarse de que termine un annus horribilis, que si bien es tan horribilis
como otros que le precedieron, nos parece que lo ha sido más, y cómo no
alegrarse de seguir vivito y coleando para las uvas. Y ese optimismo que nos
ayuda a sobrevivir nos hace pensar que el culpable de todo eso es el año cabrón
que termina y que el nuevo va a ser diferente y sin duda mejor, ¡qué respiro!
Para darle un empujoncito a la buena suerte nos ponemos ropa
interior roja, comemos uvas, metemos un anillo en la copa, comemos lentejas,
ponemos un billete bajo el mantel o escribimos nuestros más íntimos deseos en
un papel que luego quemamos con las velas que han adornado la mesa. Abrimos las
puertas y las ventanas, encendemos todas las luces y entramos en el nuevo año
con el pie derecho… Cualquier ayuda es buena para intentar que la buena fortuna
no sea esquiva, incluso la más pura superstición, porque necesitamos creer de
corazón que las cosas van a mejorar,
que vamos a ser capaces por fin de cumplir nuestros propósitos y de
hacer realidad nuestros sueños.
Este 31 de diciembre, como cada fin de año, dedicaremos un
ratito a pensar y a hacer balance antes de las campanadas. Sí, seguro que 2013 ha tenido cosas malas,
pero también buenas y hemos de estar satisfechos por ellas. Nos sentiremos
orgullosos de nuestros logros y nos daremos cuenta de que es verdad que de algunas cosas
malas la culpable ha sido la mala suerte, pero que de otras sólo nosotros hemos sido
responsables, y eso está bien ya que
reconocerlo es el primer paso para buscar soluciones. Tendremos que
aparcar el miedo, que suele ser el principal causante de los fracasos, y
recibir con esperanza esta nueva oportunidad que nos damos a nosotros mismos,
sin olvidar que la vida te da una nueva ocasión para ser feliz cada día, cada
minuto, y que no es necesario esperar a una fecha tan señalada para poner
nuestro contador vital a cero, ni aguardar a septiembre o a nuestro cumpleaños. Ni tan siquiera sería necesario recurrir
al más cortoplacista de los juramentos, el famoso “…a partir del lunes”.
Podemos volver a empezar en cualquier momento, eso no debemos olvidarlo.
Ahora bien, al margen de estas reflexiones, nada tan
emocionante como tragar como un pavo los últimos bocados de la cena porque ya
han conectado con la Puerta del Sol y tu madre entra en barrena y empieza a
repartir uvas a diestro y siniestro. Carreras por la casa abriendo puertas,
encendiendo luces, cogiendo el papel de los deseos y pisándolo con el pie derecho. Todos en círculo frente a la
tele. Mi padre diciendo “No, todavía no, son los cuartos” hasta que él mismo da
el pistoletazo de salida:“¡Ahora!”.Y como cada año saber que se me está
haciendo una enorme bola de pellejos y pipos, y que me dé igual porque me niego
a pelarlas o a comerlas de lata, y tener ganas de reír y llorar al mismo tiempo
porque a mi alrededor están las personas a las que más quiero, las que le dan
sentido a mi mundo, y oír los
petardos y gritos de “Feliz Año Nuevo” sin haber logrado tragarme ni la mitad
de ese dulce pastiche, y abrazarles y besarles, y saber que los que no están
ahí se unen a nosotros en la distancia, y tener claro que mi mayor felicidad es
ese achuchón colectivo y mi único deseo en ese preciso instante es poderlo
repetir año tras año hasta el fin de los tiempos.
Total, que después de todo llego a la conclusión de que parte de la
lista de propósitos se ha ido al carajo antes de la esperada noche, porque me dan igual los michelines, el
estado de mis patas de gallo, de mis triceps, mi nivel de inglés o el de mi
cuenta corriente, casi todo me da igual si tengo a quien querer. Y puestos a pedir algo a la diosa fortuna, le pido salud para todos, amor a raudales y amistad sin límites. Le
pido serenidad, sabiduría y alegría. Música, risas y pasión. Le pido disfrutar
de mi familia y de mis amigos, le pido que os cuide a todos y a cada uno de
vosotros y que me permita seguir gozando de vuestra compañía por siempre jamás, como en los cuentos.
Gracias por compartir 2013 conmigo, por los años anteriores y por todos los que vendrán.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
¡FELIZ AÑO NUEVO!
¡¡¡ FELIZ A Ñ O N U E V O !!!
ResponderEliminarFELIZ AÑO MI QUERIDA MAGDALENA
ResponderEliminarTu felicidad es la mía, así que espero tus deseos y esperanzas se cumplan, Comparto, lo primero es la salud " el amor a raudales que tu ofreces y recibes por las muchísimas personas que te queremos. Definitivamente eres ÚNICA.. Doy las agracias por el círculo maravilloso que formamos para comer las uvas con una alegría enorme al estar todos juntos. Que Dios nos siga permitiendo esta Felicidad por muchos años. A todos tus amigos y lectores les deseo un Año muy positivo y me sumo a las peticiones que formulas para ellos. MUCHA SUERTE Y AMOR TE LO MERECES.