¿PERDIENDO EL TIEMPO?

A veces no tengo nada que decir. Nada especial de lo que hablar, nada que pensar o nada que hacer. Nadie a quien felicitar o regañar, ningún asunto que requiera atención inminente. Bueno, en realidad sí que hay mil trabajos pendientes, temas sobre los que meditar y cosas que solucionar pero, simplemente no me apetece. Decido entonces dedicarme la tarde. Mi cerebro se queda al ralentí y el tiempo se me escapa entre los dedos, lenta y agradablemente. Miro por la ventana de la terraza y olfateo el aire. ¡Huele a primavera! Los loros que viven en uno de los enormes pinos del jardín revolotean frente a mí, dos gorriones les persiguen en un juego interminable. La casa está en silencio. Mis perras dormitan a mi lado y de vez en cuando se agitan por el sueño. Las acaricio por si es una pesadilla y se estiran buscando mi contacto.



El fluir de los minutos me envuelve como la corriente de un riachuelo, dejándome la sensación dulzona de una perezosa tarde de verano. Me decido a encender el ordenador y a trabajar un rato... Pero hoy solo quiero vagabundear, dispersarme porque sí, perder el tiempo porque es mío y lo gasto en lo que quiero, así que huyo de los iconos del escritorio que implican trabajo y que parecen brillar especialmente para llamar la atención de mi lado más responsable. Los ignoro y me zambullo en internet para navegar sin rumbo fijo...

Me encuentro sabias reflexiones que me hacen pensar en mis últimos enfados:

Imágenes espectaculares que me hubiese encantado filmar a mí y  me sueño inmersa en una 

increíble aventura transoceánica.

Me pierdo en la belleza de la imagen del día de la página de la NASA, sorprendiéndome una vez más de la inmensidad del espacio, de nuestra extrema pequeñez y de que aún así podamos ver una nube de gas que está a 1400 años luz de la tierra... ¡Cómo me gustaría viajar al espacio! Sí, ahora soy Sandra Bullock en Gravity, viendo la tierra desde arriba, flotando entre las estrellas... pero sin todo el lío de explosiones, colisiones y pérdidas.

Me encuentro con conclusiones inapelables obtenidas tras un arduo trabajo de investigación y que, pese a lo triste de la noticia, te hacen reír... porque en este caso, como en tantos otros, el orden de los factores no altera el producto.





Tras un par de horas sumergida en las movidas aguas de la red de redes, entre focas amorosas y vídeos de gatitos, noticias espeluznantes, peticiones de firmas, bellas imágenes de tierra mar y aire, publicidad por doquier e irresistibles ofertas, las perras empiezan a ladrar. Suena una llave en la puerta que me devuelve a la realidad. Oigo sus pasos y siento sus manos sobre mis hombros. Me giro para besarle.

- ¡Hola, cariño! ¿Cómo te ha ido? - le pregunto tras un breve beso de bienvenida.
- Bien, nada especial, ¿y tú? ¿has disfrutado tu día libre? - me pregunta sonriente.
- Sí - contesto sin mucha convicción mientras hago memoria- he estado haciendo la limpieza, poniendo lavadoras...- y después, un poco más animada- Ah, sí, se me olvidaba, también he estado perdiendo la tarde, así que no ha estado mal.

Hay fútbol y, como ya sospechaba, se demuestra que tengo menos tirón que Cristiano Ronaldo y compañía, así que no me da tiempo a enseñarle mis descubrimientos. Se sirve una cerveza y me trae una copa de vino. Él se sienta frente a la tele, yo delante de mi ordenador. Está anocheciendo. Los loros ya se han escondido definitivamente entre las ramas del enorme pino y por la ventana entra el olor fresco de una noche cálida, de césped recién regado. Se acabó el ocio... Me voy a hacer unas albóndigas para mañana, pero antes os dejo aquí mis hallazgos, por si vosotros no habéis estado perdiendo el tiempo esta tarde.